viernes, 16 de diciembre de 2011

Argentina : Elogio de la voluntad (segunda parte) Por Alfredo Grande

“Cuando la limosna es grande, no hay que desconfiar como el santo. Hay que estar seguro de que es una estafa”
(aforismo implicado)

Picasso-marilym-12

“La parte que me toca tiene nombre y podríamos ponerle apellido: culpa castigo. Entonces, lo voluntario es apenas el voluntariado del sometido que para no sentir culpa y apaciguar el castigo, sostiene aquello que lo degrada. Porque peor que estar degradado es ser para la nada, y aunque la sarna pique, algún gusto hay que encontrarle”1  En mi trabajo anterior, intenté pensar cómo la pareja siniestra “culpa-castigo” organizaba la subjetividad de Carla. Pareja  que es inoculada por la cultura represora, en este caso, el Poder Judicial. Que poco tiene que ver con el derecho y nada con la justicia. Pero como tercero en total discordia, voy a intentar ser tardío tercero de apelación, al decir de Fernando Ulloa, para compartir una penosa y lamentable autopsia psicosocial en relación al asesinato de Carla. Mis comentarios en negrita.


(APe).- “Esto ha sido una fatalidad, absolutamente imprevisible”, dice el juez Gustavo Adolfo Jensen, integrante del Tribunal de Impugnación Penal pampeano, quien desempató la votación entre los jueces Pablo Balaguer y Carlos Flores para otorgar el avenimiento a Marcelo Tomaselli, el hombre que fue liberado tras casarse con la mujer que había violado, y a la que mató días después. Jensen dialogó con Clarín, y reconoció que el caso no fue tratado como perspectivas de violencia de género. Su señoría tiene razón, claro que es una razón represora. No se puede prever desde el marco reduccionista, academicista, voluntarista, o sea, reaccionario desde el cual se piensa la cultura y a la subjetividad. La única fatalidad es la presencia de este juez en un lugar que lo convirtió en dueño de la vida de Carla y usó ese privilegio para entregarla a su asesino. No fue tratado con ninguna perspectiva, fue una de las tantas situaciones de un debido proceso sin sujeto.
“–¿Cómo tomó el final del caso, con la muerte de Carla Figueroa?” Mala pregunta. No es el final ni es un caso. Es una vida pisoteada y es el comienzo de una de las tantas luchas contra la impunidad disfrazada de justicia.
“–Muy mal. Una noticia que nos dolió muchísimo. Nunca se nos ocurrió que podía llegar a ocurrir. La gente puede pensar que se discutía si estaba en riesgo la integridad física de la mujer o que estuviera en riesgo de vida. Nunca se planteó en esa medida”. Me alegro de que le haya dolido, pero no creo que muchísimo. Si así fuera, no podría ni siquiera estar hablando y lo mejor sería una cura de sueño, así durmiendo no puede hacer tantas barbaridades.
“A mí me toca resolver una disidencia, que era el disernimiento de la mujer para contraer matrimonio libremente con Tomaselli”. El único discernimiento que hay que resolver es el del juez. Hablar de contraer matrimonio libremente luego de una violación sangrienta, es una monstruosidad de la razón. La concepción de libertad es tan acotada para el juez que hace elegir entre ser violada sin ley o decretar una ley (la matrimonial) que la viole. Con el agravante “inesperado” que es la violación más extrema, la de la propia vida de Carla.  “Y si esa circunstancia era o no un parámetro para resolver conforme al artículo 132 del Código Penal (el avenimiento)”. “Parole, parole, parole”, le cantaría Mina al Juez. No hay avenimiento alguno. Hay sometimiento a una cultura represora que permite que el matrimonio sea malversado para dejar impune un delito atroz. No conozco el artículo 132, ni me importa, ni voy a ir a Wikipedia para leerlo. Lo que sé es que llamar avenimiento a la rendición final de un cuerpo y un alma torturada, es digno de un inquisidor, de un torturador, pero no de un juez en democracia.
“–¿Esa era la controversia?” Podría preguntar por el tiempo en Gral Pico, el precio del tomate, o cualquier otra gansada. La única controversia fundante es: Carla tiene derecho a vivir dignamente o Carla tiene que entregar su vida a quien ya la había mancillado.
“–Sí. La Cámara del Crimen de Pico dijo que todo esto era una estratagema de Tomaselli para salir libre”. Tomaselli los empaquetó porque querían dejarse empaquetar. Casarse para lavar honores es una vieja treta de las familias patriarcales. Pero acá ni esa excusa existía. Una de las máscaras de la impunidad con disfraz de novia ultrajada. Hasta un juez pueda darse cuenta cuando alguien engaña, mistifica, manipula, para zafar. Desde dar un examen final hasta un per saltum carcelario. “Nadie planteó que este hombre podía tener una personalidad psicopática y que pudiera atentar contra la integridad de la mujer”. Nadie fue el nombre que el astuto Ulises se dio a sí mismo para escapar de los cíclopes que habían acudido por los alaridos de Polifemo. Nadie es el nombre de la infamia. Nadie vio, nadie escuchó gritar, nadie vio a nadie. Este hombre era un psicópata grave que ya había consumado en forma bestial el ataque a la integridad corporal, psíquica y espiritual de esa mujer, que tiene nombre y apellido: Carla Figueroa.
“–¿No hubo opinión de los profesionales desaconsejando el avenimiento?” Insisto: no es avenimiento. Es sometimiento por mandato represor de la cultura. Es una forma de suicidio encubierto que ni siquiera es difícil de diagnosticar. Es tratar de convencer a Mina, enamorada de Drácula, que el vampiro es hemofílico. En estos casos no se “desaconseja”. Se contraindica toda conducta que con certeza será perjudicial a la persona. Yo no “desaconsejo” que un paciente brinde con cianuro. Y este vínculo matrimonial Carla-Marcelo era cianuro puro.
“–El problema era por el disernimiento de la mujer, y la conveniencia de resolver el conflicto para que el hombre saliera en libertad y conviviera. Si hay un mutuo consentimiento, y es la mujer la que está pidiendo vivir con el hombre, y criar libremente su hijo”. Todas estas afirmaciones las encuadro en el concepto de “alucinatorio social”. El tema del juez es que el hombre, o sea, el psicópata grave, saliera en libertad y conviviera. No pudo pensar su señoría que no se trataba de con vivir sino de con morir. Autorizó el casamiento con el hombre lobo y ni siquiera le dio a Carla una bala de plata. No puede haber consentimiento mutuo, cuando el vínculo no implica mutualidad sino disciplinamiento tiránico. ¿Su señoría necesitará un comic sobre los efectos del terror en la subjetividad de la víctima?
“–¿Ella estaba en libertad de decidir, en condiciones de igualdad de decidir como planteó el juez (Pablo) Balaguer?” Dentro del alucinatorio social, todo. “Condiciones de igualdad” ¿Dónde están que no las veo? ¿Entre violador y violada, entre torturador y torturada? Decisión aterrorizada como precaria estrategia de supervivencia no tiene nada que ver con algo parecido a condiciones de igualdad. A menos que sea la igualdad de los inquisidores.“–Ese es un tema espinoso”. Espina que deseo su señoría lleve clavada en el corazón. “El abogado que la patrocina, el doctor Raúl Quiroga, es su tío”. El juez se mete con la familia de Carla. No ha lugar. “¿Qué había para presumir que no actuaba con libre albedrío?” Qué poca capacidad para presumir. ¿No será una razón presuntuosa? Hablar de libre albedrío en caso de violación es tirar la voluntad en un baldío. “Tuvo permiso para ir al Registro Civil. Eso ocurrió en Pico. No pasó por una autorización nuestra. Cuando el Tribunal la entrevistó, ella manifestó el deseo de casarse.” Me ofrezco a dar seminarios en Pico sobre cultura represora y la diferencia fundante entre deseo y mandato. Y de paso, picazo, entre lo manifiesto y lo latente. Un psicoanalista por ahí. Es de una ingenuidad tan lamentable la respuesta de su señoría, que empiezo a sospechar que se está burlando de mí.
“–¿Usted no la entrevistó?” Ya dije: es un derecho sin sujeto. Voy a mandarle a su señoría algunas trabajos de la Fundación Sigmund Freud y de paso, algunos míos. Creo que me quedó algún ejemplar de Crónicas de Trapo.
“–Hoy las audiencias se filman y muchos juicios los hacemos sin estar presentes”. Que no estuvo presente ya quedó claro. Ahora tenemos que pensar que se puede hacer para que empiece a estar ausente.
“–¿Usted vio el video de la entrevista de los jueces Balaguer y Flores con la víctima?” ¡Ah, bueno! Mujer violada salvajemente, criminal sexual preso y vemos videos. Me quedo más tranquilo. ¿Tendrán play station con video games de violaciones?
“–Sí. Ese video se grabó en Pico y está en el Tribunal”. En algún lugar del Tribunal, por acá lo dejé.
“–Ong’s, especialistas e incluso jueces como Carlos Rozansky reclaman una perspectiva de género en casos de violencia contra la mujer. ¿Usted lo tuvo en cuenta?” ¿Por qué no le repite la pregunta a su señoría?. El tema no es sólo la perspectiva. El tema es entender la diferencia entre la implicación de género y el terrorismo de género. Tema que no es para su señoría, pero que es necesario diferenciar. No hablamos, ni pensamos, ni actuamos, más allá de nuestra implicación de género. Pero el acto criminal de la violación, la tortura, el secuestro, la reducción a servidumbre, incluso matrimonial, la degradación absoluta de la persona hasta el extremo límite de la esclavitud sexual, lo denomino terrorismo de género y es un crimen de lesa humanidad.
“–La perspectiva de género se tiene en cuenta. Pero acá el planteo venía por un avenimiento. Nuestra actividad es resolver conflictos humanos. No hay nada más variable que las conductas humanas. Damos un voto de confianza a quienes le otorgamos un beneficio. Eso está condicionado a pautas donde juega lo impredecible. En este caso, el hombre la mató delante de la propia madre. ¿Quién pudo prever un desenlace así?” Muchos. Casi todos, menos su señoría. Por supuesto que el juez tuvo en cuenta la perspectiva de género: de género masculino. Viril. Macho. Unico género desde el cual puede pensar, para ser generosos. Voto de confianza a quien le otorgamos un beneficio. Este juez vota cualquier cosa. ¿Beneficio al privilegio de la impunidad? ¿Casarse para dejar impune un delito? ¿Eso vota el juez? ¡Impugno ese voto ya!
“–¿Cree que deben profundizar la perspectiva de género?” Lo que crea su señoría empieza a ser un tema de seguridad nacional e individual Mejor que deje de creer. Sus creencias matan.
“–Esto ha sido una fatalidad, absolutamente imprevisible. De ninguna manera puede servir de medida para todos los casos”. Lo dicho. Está cebado. Va a reincidir. Su señoría es absolutamente previsible. El sirve de medida para lo que es la subjetividad promedio del funcionario judicial. Defensores del patriarcado. No son monos, pero tienen algo peor que una navaja. Tienen La Ley.
“–¿Cree que se tiene que eliminar el avenimiento?” Lo importante es que eliminaron a Carla. Lo importante es que el avenimiento es la máscara del sometimiento. Erradicarlo para siempre.
“–Desde un punto de vista práctico, debería subsistir. Si es la voluntad de la mujer perdonarlo, no veo la dificultad de que esté en la ley y lo jueces lo resolvamos”. Mujeres del mundo: no perdonen. Porque el perdón que es una virtud del fuerte, se convierte en la cultura represora en un privilegio viciado del victimario. Si el perdón le da la mano a la impunidad, aparten de ustedes ese cáliz.  “¿Se arrepiente de la decisión?” Si así fuera, al menos renunciaría a sus fueros y desafueros. Se sometería a un juicio por mala praxis judicial. Mejor que no se arrepienta, porque sería otra estafa.
“–A la luz de los acontecimientos sería un necio decir que lo que decidimos fue acertado. No fue acertado lo que decidimos”. A confesión de parte. Es un necio. No solamente no fue acertado. No fue un error, ni fue un exceso. Fue la consecuencia necesaria de premisas reaccionarias. Seguirá no acertando. “No nos tendríamos que preocupar por pedir la cabeza de dos jueces sino de crear las instituciones para que la justicia pueda trabajar como corresponda. Y no horrorizarnos con las cosas que pasan”. Me parece que la cabeza es poco. Pero algo es algo. En cuanto al horror…Le voy a mandar un trabajo: “El horror psicoanalítico: clase media y pánico social”. De todos modos, estoy seguro de que su señoría nunca va a trabajar como corresponde. A menos que pueda sentir horror en sus tripas por el asesinato que propició.


1 Grande, Alfredo. “Elogio de la voluntad”. Agencia Pelota de Trapo

Vìa :
http://www.pelotadetrapo.org.ar

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