Que el nuevo presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, Gabriel Boric,
manifieste en su primera declaración en los medios que no está ni ahí
con los partidos políticos, y de paso instalar un discurso anti
Bachelet, por supuesto que suena como arpa vieja en los sensibles oídos
concertacionistas. El presidente del PS Osvaldo Andrade,
respondió los parabienes del dirigente estudiantil con otro “no estoy
ni ahí”: Bachelet no necesita comandos juveniles. Fuerte, muy fuerte.
Soberbio. Andrade debe estar en la lógica del “envejecimiento
parlamentario”. Desde su perspectiva, los políticos tienen un solo
norte: llegar al poder y allí sentarse a esperar la carroza. Él está
lejos de la idea de renovación. Una prueba palpable es la falta de
liderazgos juveniles en sus filas. A lo que debe sumarse la absoluta
incapacidad de generar nuevas apuestas presidenciales.
En la última elección de la Fech no hubo candidatos socialistas –no porque no haya estudiantes socialistas en la Universidad de Chile,
sino porque su orgánica partidaria es incapaz de concebir un proyecto y
hacer que la comunidad universitaria lo valide. Sólo hubo
representantes de la derecha, de la “Jota”, y autónomos o
independientes. La falta de savia nueva es evidente. A los dinosaurios
nunca les preocupó su descendencia. Los partidos de la ex Concertación han
dejado de tener injerencia social por una cuestión tan elemental como
es su absoluta incapacidad de apostar a la renovación generacional;
aunque, en honor a la verdad, se trata de un mal que afecta a la
política de modo transversal. Basta revisar la constitución de ambas
cámaras del Congreso para darse cuenta que hay una
generación de veteranos en ejercicio, muchos de ellos electos en 1989,
es decir, personajes que llevan 21 años viviendo a costa de los
chilenos, sin más aportes que su sola presencia, algunos de ellos
saltando de la Cámara de Diputados al Senado, como si fuera un paso de la enseñanza primaria a la secundaria.
Pero,
en fin, están allí y morirán allí. Cuando el diputado Osvaldo Andrade
se hace partícipe de esa lógica de denostar a la juventud,
menospreciando su rol en la sociedad libertaria que él mismo asegura
defender, sólo confirma que el mundo político es para mayores de edad, y
que los muchachos no estarían preparados para manejarse en clave
política. No sólo eso: desconoce de una sola plumada el proceso
formativo que implica la discusión de ideas al interior del claustro. Se
entiende que el senador Camilo Escalona, que nunca
pasó por un aula universitaria, mire con recelo a la juventud ilustrada,
pero Andrade se formó como profesional y como dirigente al interior de
una facultad de derecho.
¿Cuál será
la estrategia de la ex Concertación frente al surgimiento de los nuevos
liderazgos universitarios, considerando actitudes como la de Andrade?
Pensar que a fuerza de pachotadas como las del diputado socialista se
puede abofetear a un dirigente universitario y pasar piola, raya en la
estupidez política. La ex Concertación es una entelequia que ya descansa
en paz. Sus restos son velados por quienes alguna vez le dieron forma,
fama y sentido. La forma –pregonaban– era inclusiva, o intentaba serlo,
pese a la cultura del codazo, del nepotismo y del amiguismo; la fama se
la ganaron en la calle y en los medios convenciendo al país que lo de
ellos era la transformación social, pero no fueron más que meros
administradores de un modelo que juraban odiar y que terminaron
perfeccionando con ellos adentro; el sentido no era malo –conducir al
país al desarrollo mediante el crecimiento con igualdad–, sólo que nunca
se prepararon para la alternancia, y cuando les tocó cruzar la vereda,
no les quedó más que la nostalgia de sus mejores días.
El historiador británico Eric Hobsbawm
introduce la noción de “presente permanente” en clara alusión a la
juventud que prescinde del pasado. Durante dos décadas en la
Concertación se ocuparon del presente y del pasado, mas no del futuro.
Tal vez ya existía conciencia de la finitud del conglomerado, y había
que aprovechar el momento. Eso puede entenderse porque entonces muchos
de ellos eran jóvenes a los que no les preocupaba nada más que el
presente, la construcción de máquinas de poder; sin embargo, llama la
atención que las generaciones más experimentadas no tuvieran en cuenta
la gravedad que implicaba no alimentar el futuro. La Concertación expiró
porque nadie se preocupó de renovarla, de inyectarle esa energía que
sólo da la juventud, la única capaz de imaginar el futuro.
Por
ello es comprensible el actual estado de ánimo de sus dirigentes:
rebelarse ante los cambios que nunca hicieron, y que hoy se hallan en
manos de las generaciones ajenas en las que ellos no tiene parte. Hoy el
conglomerado carece de una generación de recambio. Los nuevos
liderazgos no le pertenecen, son jóvenes que la desprecian y quieren
mantenerse alejados de un mundo que los marginó, y que sólo los incluye
desde la retórica discursiva, desde el panfleto. A la ex Concertación
sólo le resta volver la vista a un pasado que le dio gloria y bienestar.
Es aquí donde se entiende la vocación bacheletista de la que se
encuentra empoderada.
Dado que la ex Concertación carece de futuro, no tiene más que apostar a una carta segura como Michelle Bachelet, que bien podría devolverle el protagonismo que por sí sola no es capaz de sustentar. Se equivoca el presidente del Partido Socialista
cuando asegura que Bachelet no necesita comandos juveniles. Todo lo
contrario, hoy, más que ayer, la ex mandataria requiere de una fuerza
social organizada, pensante, crítica, hábil. A Bachelet podría llegar a
incomodarle esa pléyade de veteranos sordomudos y cegatones, que fueron
incapaces de leer los cambios que su gobierno estaba proponiendo al
país, y que implicaban darles continuidad. Por el contrario, ellos se
lanzaron a la lucha fratricida de apostar por la exclusión, apoyando un
candidato cojo.
Periodista
Vìa :
http://www.elciudadano.cl/2011/12/13/45437/%C2%BFconcertacion-rip-o-bacheletismo-a-la-vena/
http://www.elciudadano.cl/2011/12/13/45437/%C2%BFconcertacion-rip-o-bacheletismo-a-la-vena/
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