Camila Vallejo Dowling llega de un maratónico foro en que ha debatido con las otras ocho listas que postulan a la FECH. Parte diciendo que cree en una nueva izquierda, pero con proyecto y contenido, que sea una suma de convergencias que superen las discusiones intestinas y apunte “a poner las manos en el barro y trabajar”. Una plataforma, dice, que recoja reivindicaciones históricas y nuevas y que enfrente el modelo neoliberal. Que se repiense.
¿Pero tiene una nueva propuesta? Por ejemplo, ¿te interesa Chávez? La otra vez le mandaste un saludo. ¿Es algo que te representa?
-Creo que cada fuerza que se levanta como alternativa en cada país, responde a realidades particulares.
Pero, para la realidad particular de Venezuela, te gusta Chávez.
-Sí. Aunque en Venezuela deben tener aciertos y desaciertos, también a nivel de construcción de esta alternativa bolivariana. Pero considero que dentro de la historia de Venezuela, es un desarrollo que genera mayor rol social, que se plantea contra las fuerzas del capitalismo financiero mundial, que trata de ser independiente. Dentro del concierto latinoamericano, es una de las fuerzas de mayor avanzada.
¿Y Fidel? Los Castro.
-Creo no ser quién para empezar a criticar lo que haya hecho la Revolución Cubana. Siento que es necesario siempre estarse revisando internamente. Ellos no han construido el socialismo, están en vías de construcción aún.
¿Tanto tiempo?
-Pero es que el socialismo no existe si no es a nivel internacional. Es como si construyeras socialismo en una región en Chile y vamos a ver cuánto te dura. Eso no es socialismo real. Requiere del apoyo y de la articulación a nivel más macro porque no se mantiene una economía socialista aislada y con una persecución y un cerco tan fuerte como lo hace Estados Unidos en articulación con…
No tienes una particular crítica a los derechos humanos en Cuba y a la falta de democracia. ¿No? Te parece que es el proceso que los cubanos han decidido.
-Creo que hay que hacer siempre revisión. No corresponde decir que son la sociedad perfecta, que se respetan todos los derechos humanos, las libertades. Hay cierta política que aplica el gobierno que tiene que ver con cómo proteger este proyecto. Pero no quiere decir que sea perfecto, ni que se respeten todos los elementos. Las democracias son distintas. Y nosotros, que nos decimos un país democrático: acá se vulneran constante y diariamente los derechos humanos. Pero decimos que no somos una dictadura.
No tanto como en Cuba.
-No. Acá se tortura.
No tanto como en Cuba.
-Acá se tortura, acá no se dan las libertades de información a través de los medios de comunicación…
Pero mucho más que en Cuba. No es comparable con un lugar donde hay un solo diario y está prohibida la Internet.
-No está prohibida la Internet.
La gente no puede tener Internet en general, es una cosa escasísima y muy cara.
-Pero eso no tiene que ver con una política de no permitir el acceso. La causa no esa. Son distintas condiciones, que no permiten que en Cuba realmente el acceso a la tecnología exista. Es como decir que en Cuba lo que se produzca sea del país y no se tenga que importar, y muchas veces las importaciones no suceden porque hay bloqueo.
¿Estás diciendo que las restricciones de comunicación son producto del bloqueo?
-No. Estoy poniendo un caso. Bueno: ¿vamos a discutir de Cuba? Yo por ser comunista no defiendo estrictamente al régimen cubano.
LA PROYECCIÓN
¿Qué construcción va a salir de este movimiento estudiantil?
-Este año se partió de una reivindicación gremial que, conscientemente, apuntaba a una más política: cuestionar un modelo de mercado de la educación, pero que es parte de uno mayor, un estado neoliberal que establece una lógica subsidiaria, focalización del gasto social, no respeto a los derechos del ser humano y la relegación de estos al mercado. Empezamos con la educación y creemos que lo que estamos colocando sobre la mesa es estructural. Ante demandas estructurales, se requieren cambios profundos en el movimiento, en su orgánica a nivel social y político.
¿Cómo evalúan el final de este año? ¿El movimiento creció, triunfó, perdió, recién comienza?
-El triunfo se mide en función de qué pasa con el conflicto. Y el conflicto se mantiene, porque hay una disputa de intereses totalmente distinta: los de una gran mayoría contra un sector que quiere defender todo un modelo que le permite reproducir la desigualdad, mantener su estatus. El conflicto va a seguir y va a desarrollarse y madurar y va a ser mucho más agudo. Es por eso que lo del Presupuesto es un tema accesorio en este escenario.
¿Cómo sacan este conflicto de las universidades para que sea más político?
-Hoy se habla mucho de Bloque Social y todo como ideas nuevas. Pero este año se trabajó en una articulación, aunque embrionaria, que no es solamente de universidades privadas, públicas, secundarios, profesores, sino que organizaciones medioambientales, de DD.HH., pobladores. Y, además, con las Asambleas Territoriales, un espacio que tiene que proyectarse.
¿Han surgido nuevos polos de participación y discusión?
-Sí. Algunos con más éxito que otros. Uno de los principales desafíos es la recomposición del tejido social a nivel nacional, una articulación de fuerzas mayor que permita, por ejemplo, dentro del movimiento pensar estrategias, generar mayor impacto en los mecanismos de presión. Este año eso no fue. Pasaron seis, siete meses y no logramos un paro productivo. El paro de la CUT fue una gran movilización, 300 mil personas…
¿Te pareció una buena idea ese paro?
-Creo que era necesario. Pero fue tarde y no fue realmente un paro productivo. Lo que hizo el gobierno fue decir “¿esto es todo lo que pueden dar? Listo”. Y ahí empezó a agudizar su postura, a ponerse más duros.
Pero también pasó algo raro, porque ese paro fue como una subida por el chorro, no estaba en la temperatura ambiente del movimiento ciudadano.
-Ese paro era muy necesario y faltó proyectarlo porque logramos un salto cualitativo: colocamos el tema central de la educación pero también elementos que permitían visualizar un cambio. Temas laborales, la participación, el plebiscito. Ese espacio hay que potenciarlo, porque esos elementos van a surgir nuevamente el próximo año.
EL 2012
El próximo año me imagino que partirán movilizados. Gane quién gane la FECH, si los llaman a dialogar del ministerio imagino que será un deja vu.
-El diálogo es algo que nunca hemos descartado y no lo vamos a hacer. El tema es que los acercamientos deben ser en función de las cuestiones estructurales que planteamos y nadie nos va a poder engañar en ese sentido. Ya tenemos la experiencia. Al movimiento hay que darle más fuerza y efectividad. Hay que instalar algo más, que sea efectivo. Estamos pensando un congreso para enero para hacer un balance y proyectar lo que viene; y generar propuestas unificadas en torno a educación. Pero también para visualizar un cambio de modelo que le dispute la hegemonía al neoliberalismo.
Este año, de pronto, todo se centró en los universitarios. Y acá estamos hablando de una reforma a la educación, ¿no?
-Claro. Ahí también las complicaciones surgieron cuando vimos dos orgánicas en los secundarios y no sabíamos cuál era el interlocutor, y tenían que pasar por la unificación de sus petitorios. Este año, si tenemos la convicción y planteamos a otras fuerzas y organizaciones que es necesario apostar a esa dirección, podemos trazar no solamente la unificación de nuestras demandas por la educación y otras áreas, sino también cómo nos movilizamos, trazar una estrategia que haga que esto sea más efectivo, que no nos dañe a nosotros y que realmente genere presión. Porque los realmente afectados en términos productivos este año fueron los pequeños y medianos empresarios. Los que no vendieron libros porque los estudiantes no compraron, la botillería de no sé qué esquina, etcétera. Pero los grandes empresarios, los grandes grupos económicos en Chile, no. Los únicos que pararon fueron la gente del cobre y los del transporte pero de manera muy puntual. Pero en un contexto que fue de movilización álgida.
¿O sea, avanzar hacia un paro general?
-Sí, eso es un mecanismo efectivo de presión. No tenemos por qué plantearnos un año de movilizaciones, sino establecer un calendario con las propuestas de fondo detrás, interpelando a todos los que sea necesario.
Este año, ¿qué errores cometieron?
-Primero, falta de planificación. No pudimos preparar o planificar bien el escenario en función de las movilizaciones masivas, que trascendieron lo que podíamos hacer como CONFECH. A nivel de universidad, la autocrítica es el referéndum sobre el reinicio del semestre, que se llevó mal. Y, por otro lado, cómo se planteó la mesa de negociación o la mesa de diálogo.
¿Qué falló ahí?
-Como que nunca hubo un real consenso por parte del movimiento de en qué consistía esa mesa. A qué íbamos. Caímos en la estrategia del gobierno para que esta cuestión se quebrara y no lográramos nada, que fuera un bluff. Cometimos el error de no prepararnos dando una discusión política a fondo de qué objetivo político íbamos a tener.
¿Van a cambiar las formas de movilización el 2012 o vamos a seguir viendo marchas y marchas?
-Sí. De partida, muchas instancias de cómo comunicar mejor, llegar a las casas, a la gente. Cómo hacer efectivo el paro general. Para nosotros es importante hacer compatible la cuestión de las clases con la movilización y buscar estrategias para llegar de mejor forma a la gente. Es hacer esto que hace la UDI Popular, que está en un barrio. Son cuestiones mínimas, hablar con la gente diariamente, educarla en el contacto directo. Aunque sea un trabajo de hormiga, un movimiento que no solamente se exprese concentrado en una calle, sino que se pliegue por todos los barrios y dialogue.
¿No son facultades tomadas y paradas desde el primer día?
-Bueno, nosotros queremos impulsar que no sea así. Nuestra idea es que en enero haya un congreso nacional, un balance de lo que pasó, que nos coordinemos y planifiquemos lo que viene. La FECH tiene que pasar por un proceso congresal, también. La movilización tiene que ser un punto clave, que a lo mejor no puede ser inmediato. Si igual puedes esperar un poquito. Porque esto de empezar a desesperar porque tenemos que marchar porque si no nos vamos a quedar en el olvido, no. Preparémonos y hagamos efectivo este movimiento en ciertos puntos.
¿Cómo te habría encantado que terminara el año? ¿Qué hubiera significado un gran triunfo del movimiento estudiantil?
-Que nuestras demandas fueran incorporadas. Que haya estado en discusión, por ejemplo, una propuesta de reforma tributaria, que se entendiera que no se apuesta al todo pero sí se visualizan algunos pasos para avanzar.
¿Por ejemplo?
-Por ejemplo, la gratuidad en los siete primeros deciles. Ahora está como en los tres primeros quintiles y más encima ni siquiera es gratuidad, es un arancel de referencia, una mentira. Y ni siquiera al 40% más vulnerable. Se profundiza la privatización. Ni siquiera es más de lo mismo; es lo peor de lo mismo. Porque es lo mismo, pero más privatizado. Nosotros creíamos que tenían que haberse generado ciertas correlaciones de fuerza dentro del parlamento para presionar un poco más al Ejecutivo.
LAVÍN
¿Te has llevado sorpresas este año?
-Me ha sorprendido, a nivel del CONFECH e incluso a nivel del Pleno de Federación, el infantilismo. Hay sectores que estando años planteando una tesis, décadas, nunca han sido capaz de reconocer su fracaso, porque esa tesis no funcionó. Pero sin embargo se lo adjudican a otros.
¿Ese infantilismo impidió un acuerdo político este año?
-Creo que más que nada fue culpa del gobierno, pero fue también como cuando el círculo se cierra. Los dos extremos hacen que finalmente esas posiciones se junten y sean lo mismo: sectores que querían quebrar el primer día la mesa y el gobierno.
Entraron en un perfecto juego.
-Difícil saberlo pero a veces inconscientemente se encuentran. Eso creo que pasó con la mesa y con Lavín. Él era, claro, el fiel representante del neoliberalismo, Chicago Boy, de las universidades privadas, que lucró, Opus Dei. Un representante de lo que no queríamos en educación pero también era una carta presidencial.
Era.
-Era. Pero creo que más que nosotros, fue el gobierno el que le hizo la cama. Lo pusieron en el ministerio más conflictivo. Un candidato presidencial y no le dieron respaldo. Podrían haber planteado las lucas y no lo hicieron. Y pusieron después a alguien que no es candidato presidencial, que es más duro…
¿Crees que con Lavín se podría haber llegado más lejos que con Bulnes?
-No pondría las manos al fuego por eso, pero era más factible en términos políticos que cediera, porque se vería más perjudicado. Tampoco tengo la bola de cristal en mis manos, pero creo que él podría haber avanzado un poco más, con mayor presión.
¿Se notó el cambio cuando entró el equipo político nuevo?
-Sí. Ahí perdimos toda capacidad, el horizonte del movimiento fue cambiando, y la discusión interna también. Tuvimos un bombardeo, una estrategia comunicacional y política de parte del gobierno mucho más clara y dura, que apostaba a la división, a la tergiversación, se cuadraban los diarios. Y, entendiendo la estrategia, aún así caímos en una posición que no nos permitía tomar la batuta. Eso nos tiene que servir como experiencia.
EL OPORTUNISMO
¿Qué no te ha gustado de la política?
-El oportunismo. Tanto de la derecha como de sectores más de izquierda. Y ahí de verdad uno piensa que tiene que tener mucha ética política, mucha responsabilidad y madurez para no caer en ese juego. Ahora, en la campaña de la FECH, uno ve demasiado oportunismo, cuestiones falsas, mucho charlatanismo. Y está bien: uno tiene que plantear diferencias para posicionarse, pero también tienes que ir a la propuesta. Qué te hace distinto al otro y no esta política parasitaria.
Gabriel Boric, de Creando Izquierda, hacía una crítica a la conducción que ha tenido la Jota este año. Decía que no siempre tenían clara su postura.
-Eso también es un típico argumento oportunista. Si uno lleva de lleno su programa, se le tilda de autoritario y vertical. Si, por el contrario, uno hace prevalecer la discusión y busca consensos, se te tilda de que no tuviste convicción. Que si no condujo o que pasó máquina. Este año apostamos y tuvimos una política, tratamos de dar la discusión también en los espacios locales para que esto no fuera por imposición; y, en lo nacional, dar un salto cualitativo, una demanda. Fue apuesta de nosotros. El año pasado, Creando izquierda, y los autónomos, no creían en un conflicto nacional, planteaban que se tenía que desarrollar en el ámbito interno de la universidad. Pero nosotros creíamos que este año iba a ser de grandes movilizaciones nacionales. Y ellos se negaban, igual que Nueva Izquierda, que decía que los estudiantes no entendían de la crítica sistémica, más macro. Nosotros fuimos más políticos. Y eso creemos que es lo correcto. Tener una política clara pero no llegar e imponerla.
Una de las cosas que tiene este movimiento es que hay una cosa generacional que está irrumpiendo.
-Esto no es una cuestión etaria, no depende de una generación. Cuando damos el paso y planteamos las cosas, muchos atrás nos siguen, padres, incluso abuelos, que dicen siempre he creído lo mismo pero pensé que esta cuestión no era posible volver a plantearla. La labor de los jóvenes muchas veces es dar el primer paso. Pero no va a depender nunca de ellos. Es responsabilidad de todas las generaciones, de todos los ámbitos de organización o de sectores que están siendo parte de la sociedad civil.
LA CONCERTACIÓN
Estaba pensando en lo que dice la Concertación del salto cuantitativo que ocurre en las universidades. ¿Qué le reconocen a la Concertación en sus veinte años?
-Difícil. La Concertación se construye como un bloque para recuperar la democracia en Chile. Y no hizo nada en esa dirección. El que se haya ampliado la matrícula al sector privado no implica que haya sido exitoso. Eso fue relegarle una necesidad al mercado. ¿Por qué no se amplió la matrícula al sistema público? No es un fin en sí mismo.
Hay menos pobres en Chile.
-Pero la pobreza… Y la desigualdad crece por mil. No se trata de eso, el problema no es la pobreza, es la riqueza extrema y la profunda desigualdad que eso genera.
Hace veinte años, el problema era la pobreza.
-Estaban focalizados en un problema. ¿Por qué hay pobres? Porque hay otros que son extremadamente ricos.
Pero uno habla de viejo, pero había gente viviendo en el Mapocho, acá.
Sí, en eso estamos de acuerdo. Estamos de acuerdo que la pobreza no puede existir.
¿Pero qué le reconocen? ¿Nada?
-¿Qué proyecto de ley? Si me ayudaran. ¿Qué fue bueno?
Pero el país es totalmente distinto. Las demandas, los aires de libertad que se viven, no nacieron por generación espontánea. Estas mismas cosas que están pidiendo, el 90 eran imposibles.
-¿Fue gracias a la Concertación? Ya, pero el 90 estaba el país destruido.
Y se reconstruyó. Uno ve estos años y no puede decir que no ha pasado nada.
-Sí, puede ser que la Concertación haya contribuido a eso pero no se le puede adjudicar todo el “progreso” a ellos.
Pero gobernaron veinte años.
-Pero no depende únicamente de un gobierno. Que este movimiento haya puesto como eje la necesidad de hacer un cambio profundo, es justamente porque en tiempos de la Concertación no se hizo. Nos quitamos una dictadura pero no establecimos un pacto social nuevo. Nunca se quiso hacer y la Concertación relegó la posibilidad de hacer cambios, teniendo la posibilidad de haber generado cambios en determinado momento de la historia, teniendo la mayoría en el Parlamento.
¿No hay nada que reconocer?
-Es que podría hacerlo pero en este momento no hay nada que se me venga a la cabeza. Algo ejemplar, positivo realmente para nuestra sociedad. Me dices que se disminuyó la pobreza. Ya. Eso es importante.
¿Qué es lo más desagradable que te pasó este año?
-El pronunciamiento de esta mina del ministerio de la Cultura. Encontré eso lo más repugnante, porque no solamente es una falta de respeto enorme, sino que te remonta a lo que dijo Pinochet contra Allende. Hoy es inaceptable que se justifique el asesinato, la tortura. Fue lo peor, más que las amenazas de muerte o las piedras o que era endemoniada.

Vìa, fuente :
http://www.theclinic.cl/2011/12/03/%E2%80%9Cel-conflicto-va-a-seguir-y-va-a-ser-mucho-mas-agudo%E2%80%9D/