lunes, 9 de abril de 2012

Chile: Virilidad y zapatillas.. Por Miguel A. Semán . Todos rondan los 25 años. Sus nombres aparecen en los diarios de Chile pero a los fines de esta nota carecen de importancia. El orden de presentación es aleatorio. El primero ha entrado y salido del Servicio Nacional de Menores desde los 9 años. Sus conocidos dicen que cuando se emborracha muestra intolerancia hacia las minorías y simpatiza con los movimientos neonazis. Robó ropa, robó alcohol y comida. No terminó la escuela y es padre de un chico de 8 años.


(Ape).- Todos rondan los 25 años. Sus nombres aparecen en los diarios de Chile pero a los fines de esta nota carecen de importancia. El orden de presentación es aleatorio. El primero ha entrado y salido del Servicio Nacional de Menores desde los 9 años. Sus conocidos dicen que cuando se emborracha muestra intolerancia hacia las minorías y simpatiza con los movimientos neonazis. Robó ropa, robó alcohol y comida. No terminó la escuela y es padre de un chico de 8 años.
El segundo admite que odia a los extranjeros y a las minorías desde el día en que su padre, un cabo del ejército, fue asaltado por un peruano. Consume alcohol y cocaína desde la adolescencia. Hizo el servicio militar y fue rechazado en el ingreso a la Escuela de Suboficiales. Desde entonces se dedicó a asaltar preferentemente a peruanos y a golpear cabezas de jóvenes punk.
El tercero es hijo de una enfermera de Independencia y de un músico de La Florida que se separaron en 1995. En su Facebook se define como coreógrafo, cantante, productor, bailarín, compositor y arreglista. Admira a Michael Jackson, se presentó en un concurso de televisión como imitador suyo pero fracasó. Robó comida y también lesionó a dos ciudadanos peruanos.
El último andaba buscándose a sí mismo en las tribus urbanas. Primero fue emo. Ahora, vestido como un personaje de animé japonés, era otaku. Hasta que falleció la tía que lo cuidaba, su madre había muerto en 2008, estudió psicopedagogía. Trabajaba en una farmacia. Sus amigos dicen que nunca fue neonazi ni homofóbico y que tenía amigos gays.
Los cuatro están presos por haber atacado el pasado 3 de marzo en el parque San Borja, Santiago de Chile, a Daniel Zamudio de 24 años. Zamudio fue torturado durante seis horas; le quebraron una pierna, le rompieron una botella en la cabeza, dejaron caer varias veces una piedra pesada sobre su estómago, le arrancaron parte de una oreja y con un vidrio le marcaron esvásticas en el cuerpo. Murió el 27 de marzo a las 19.45 en el Hospital de Urgencia de la Asistencia Pública.
En el año 2009 la iglesia chilena presentó el libro “Homosexualidad juvenil: orientaciones educativo pastorales” donde se califica a los homosexuales como portadores de una desviación contraria a la sabiduría de Dios. Un desequilibrio que no debería existir según el plan divino, y comparable a la pedofilia, el masoquismo, la bestialidad y el sadismo. Es poco probable que alguno de los cuatro atacantes de Daniel Zamudio haya leído el libro o alguien les haya dicho que torturar a un gay hasta matarlo era una forma de colaborar con el plan divino y ganarse el cielo. En realidad no hace falta leer ningún libro ni escuchar sermones para contaminarse de odios viejos. Uno se los encuentra a la vuelta de la esquina, en el último vaso de vino, en el baño de un bar o en la estación de trenes. Los odios viajan con el aire, la gente pasa, los respira, y si alguno anda bajo de defensas se los lleva puestos como si fueran virus.
En You Tube circula un video donde se muestran jóvenes a quienes un locutor define como “neonazis y skinhead reales de Chile”. Los hombres son descriptos como rudos y viriles y las mujeres como femeninas (sic). A continuación aparecen los agresores de Daniel Zamudio y el locutor nos pregunta si se parecen en algo a los anteriores. Inmediatamente responde: ¿verdad que no? Más adelante dice que al menos dos de ellos tienen una apariencia ambigua. Para reforzar la tesis se muestran las zapatillas incautadas por los carabineros a los detenidos. No son las botas o zapatillas negras que ocupan habitualmente los neonazis, explica el locutor, más bien corresponden a las que usan skaters y jipjoperos. Hacia el final del video critica el acercamiento entre el Movimiento de Integración y Liberación Homosexual y la comunidad judía y denuncia una campaña sionista que, a partir de la agresión a Zamudio, se propondría propulsar la sanción de la ley Antidiscriminación, para ellos, una norma antidemocrática.
El presidente Sebastian Piñera prometió en su Twitter que la muerte de Zamudio no quedaría impune. Los nazis, a esta altura ya podemos despojarlos del neo, como si no pudieran soportar que sus odios hayan caído en manos de cualquiera, intentan diferenciarse de los asesinos, desde la virilidad y las zapatillas. La Iglesia, piadosamente ecuménica, hace silencio y reserva su palabra para asuntos más trascendentes.
Daniel Zamudio trabajaba en una tienda, estudiaba teatro y quería ser modelo. Admiraba a Britney Spears y a los músicos de Placebo. También quería ser padre, como su hermano, aunque sabía que no le iba a resultar tan fácil. El Movimiento de Integración y Liberación Homosexual solicitó al gobierno de Chile que la ley antidiscriminación lleve su nombre.
La pregunta es: ¿Cuándo responderán los responsables?
Los asesinos vestían odios viejos que les caían como la ropa sucia de unos abuelos difuntos. Pero los arquitectos de la segregación. Los diseñadores del odio. Los pedagogos del desprecio. Los que obligan a tomar distancia y amputan los abrazos. Los que pintan líneas rojas en el patio de la escuela, en las calles y las plazas y separan propios de ajenos, inteligentes de torpes, normales de anormales. ¿Cuándo vendrán a cosechar lo que sembraron?

Vìa,fuente:
http://www.pelotadetrapo.org.ar/agencia/

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