martes, 17 de abril de 2012

Mèxico: De los candidatos y sus anuncios (I DE II)...por Jorge Moch

 



Los candidatos a la Presidencia de la República saben que buena parte de la elección se define según su paso por los medios masivos, y que la televisión, con todo y sesgos, es elemento definitorio si no de las preferencias bien perfiladas de muchos electores, sí de la divulgación de la existencia de los candidatos, de sus plataformas electorales o, por vicios de connivencia entre el poder político y las cúpulas empresariales (y clericales), escaparate idóneo para lanzar campañas de descrédito; esa fue la fórmula empleada por Acción Nacional hace seis años y bien puede ser parte de la estrategia que pretenda seducir a los votantes en 2012.
Las campañas de los cuatro candidatos postulados por los partidos políticos a la Presidencia de México se han dibujado ya a partir de su lanzamiento en los medios. Como televidente percibo dos campañas bien lanzadas, una que da bandazos y otra que francamente sobra. La saturación de mensajes en la parrilla de canales de televisión abierta es excesiva, lo que era previsible, pero en algunos casos es asombrosa la incapacidad de los diseñadores de las campañas para situar convenientemente a sus candidatos mientras que otros dejan ver un bien planeado y pulcro manejo del lenguaje visual: la producción en los anuncios de Andrés Manuel López Obrador, candidato de una coalición de izquierda que aglutina al PRD, al PT y al Movimiento Ciudadano (antes Convergencia) , y en los de Enrique Peña, candidato del PRI, denota buena calidad y un cuidadoso manejo de la imagen de ambos. Los de Peña son más copiosos y variados, con mayor cantidad de locaciones y apuntan en su contenido a una cobertura más o menos homogénea de diversos rincones de la geografía de nuestro país. Aparece en Mérida, en Veracruz, en Guadalajara, Ciudad de México o en Monterrey. Sus parlamentos están bien estructurados, y el manejo del personaje está depurado. Los spots de López Obrador lo presentan tranquilo, detrás de un escritorio, contemplando el panorama nacional. Parecen enfatizar la serenidad del candidato, la seguridad en la solidez de su proyecto. Son menos las escenas de un López Obrador populista y más las del Andrés Manuel estadista. Uno de los anuncios es narrado impecablemente por un actor de reconocida trayectoria mientras hace un brevísimo recuento visual, con fotografías antiguas combinadas con otras recientes en blanco y negro, de las luchas por la democracia de la izquierda en México. La fusión final de color y simpatizantes con el candidato es un efecto cuidadosamente calculado. Los anuncios de López Obrador son menos variados, básicamente con tres versiones hasta ahora manteniendo coherencia con su discurso público respecto de los gastos de campaña. En este mismo tenor, la izquierda ha insistido en revisar las erogaciones de presupuesto electoral del PRI y detrás de la producción de los anuncios de Peña Nieto se podría adivinar la poderosa mano de las televisoras del duopolio, quizá más en el caso de Televisa.
La campaña mediática masiva de Josefina Vázquez Mota en cambio hace agua. Ya ha sido necesaria la remoción de algunos de sus diseñadores y personeros, y la inclusión, al menos en el discurso, de algunos de los más criticados e impopulares actores de la derecha en México, como Diego Fernández de Cevallos o Juan Molinar. Parecería que el gobierno calderonista empieza a reconocer que su candidata sucesional está entrampada: la campaña mediática del PAN, aunque realizada con vastos recursos, no convence. La producción de sus anuncios es deficiente desde el principio, acudiendo a recursos de claroscuro en sus escenografías que han resultado contraproducentes: los ambientes oscuros de la primera hornada de anuncios hacían aparecer a la candidata como una mujer más bien triste, apocada, con un amenazador mensaje de orden social por la fuerza. Las tímidas alusiones que hace en sus parlamentos a su desempeño en dos secretarías de Estado dejan una estampa de asunto inacabado, de trabajo mediocre. Una segunda generación de anuncios intenta ahora posicionarla como alguien que sonríe más, usa ropa clara, pero quizá la fotogenia no forma parte de la personalidad de doña Josefina: no genera la empatía –o el encono– que con facilidad crean López Obrador o Peña Nieto. El saldo hasta ahora para la derecha es un efecto bifronte: de indiferencia en el electorado y de orfandad hacia su candidata. La campaña del PAN demuestra que mucho dinero y aparato político no necesariamente traducen en una buena campaña televisiva.

Vìa,fuente:
http://www.jornada.unam.mx/2012/04/15/sem-moch.html

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